Sus primeras palabras
¿Hablas el “idioma de las mamás”? ¿A qué edad dijo por primera vez “conejo” tu hijo? ¿Qué cuentan los bebés en los diferentes rincones del planeta y cómo se dirigen a ellos los adultos? Nuestras primeras conversaciones con los bebés dicen mucho de nuestros universos culturales, nuestras formas de vida y nuestra percepción de los niños.
El “idioma bebé” en el mundo.
Cuando te diriges a tu bebé, tu voz no es la misma. Incluso después de la fase de los balbuceos “bababababababa - papapapapapapapapapa – mamamamamamamama”, las palabras que le dedicas pertenecen a un idioma propio, que en inglés se conoce como “motherese” o "idioma de las mamás", un término intraducible que puede durar hasta los tres años.
Está demostrado que los bebés son especialmente sensibles a esta forma de hablar y que la prefieren siempre a cualquier otro discurso.
El tono de voz que utilizas es más alto, sus variaciones y modulaciones muy amplificadas, se repiten las palabras, se acentúan las sílabas y se exageran las expresiones del rostro, así como los movimientos del cuerpo.
De forma espontánea, adoptas una forma de comunicarte pensada especialmente para las capacidades perceptivas de tu pequeño. Y también él se adapta: a partir de los cinco meses, su voz es más alta cuando balbucea con su madre y más baja cuando lo hace con su padre.
Pero, ¿hablan todas las madres el “motherese”? ¿Y todas dicen las mismas cosas a sus bebés? Las madres (y todas las personas que cuidan del bebé) tienen tendencia a utilizar de forma espontánea palabras que empiezan por consonantes labiales (m, b, p, f, v), las consonantes que los bebés de todo el mundo pronuncian siempre antes y con más facilidad: mamá, papá, pupa, bebé, bibe, pan, pum, ñam, dicen en español. Mummy, baby, ball, bunny, bottle, dicen en inglés; pappa, mamma, blomma, bil, bulle, dicen en sueco.
Y en lo que respecta a las entonaciones, cada cultura tiene su variante: los reyes del “motherese”, los que más cambian su tono de voz y más exageran las expresiones del rostro, son sin duda los americanos. En cambio, los padres japoneses y los franceses se dirigen a sus bebés en un tono más neutro. Los chinos y los tailandeses ni siquiera levantan más la voz. Los kawara’ae de las islas Salomón no suelen hablar directamente a los bebés, sino que tienen la costumbre de hablar en su nombre colocándolos frente a la persona a la que quieren dirigirse. En algunas culturas, la voz varía en función del sexo del bebé. En resumen, pues, no existe un habla universal del bebé, sino diferentes discursos propios de los adultos y pensados para los más pequeños.
¿Cuándo llegan las primeras palabras?
También en este caso, depende de las culturas. Si preguntamos a una madre americana de un bebé de 13 meses si su hijo habla. “¡Claro!—se exclamará—.¡Por lo menos dice cincuenta palabras!” Y si hacemos la misma pregunta a una española con un bebé de la misma edad, la respuesta tal vez sea: “¡No, para nada, todavía es muy pequeño!” ¡La precocidad lingüística de los pequeños americanos no tiene rival! El secreto está en que sus padres normalmente se muestran más didácticos en su proceso de aprendizaje del habla y, desde la lactancia, les hablan para que vayan adquiriendo palabras. “Mira el conejo, es un conejo, mira el conejo, es un conejo, un conejo, un conejo”, diría por ejemplo una mamá del otro lado del charco mientras lee un libro con su bebé de un año. “Ejo”, dice el bebé. “¡Muy bien!—exclama la madre—.¡Has dicho conejo, muy bien!” Y así es como el pequeño va sumando palabras a su vocabulario. Los kaluli de Nueva Guinea consideran que un niño sabe hablar si sabe decir “no” (madre) y “bo” (pecho): las palabras pronunciadas antes ni siquiera se consideran lenguaje.
El desarrollo del habla y la adquisición de las palabras dependen, pues, del universo cultural, pero también de la estrategia empleada con cada bebé.
Sabemos también que la edad a la que se pronuncian las primeras palabras es diferente en cada bebé. Y también en cada padre: para algunos, “aua” por “agua” o “ato” para “gato” deben considerarse palabras, mientras que para otros la pronunciación no es todavía lo suficientemente correcta. Puede resultar interesante anotar en una libreta las evoluciones de tu pequeño: sus balbuceos y su pronunciación evolucionan muy deprisa y siempre es divertido recordar, un tiempo después, las fórmulas inverosímiles y cariñosas de designar a un objeto u otro.
Pero, en realidad, ¿qué es lo primero que dice un bebé?
No hay una única respuesta: entre los 18 y los 24 meses, aproximadamente, los pequeños españoles, japoneses, suecos o americanos no designan los mismos objetos de su alrededor ni los perciben de la misma forma. De hecho, sólo comparten un 12% de su vocabulario inicial: PAPÁ, MAMÁ, BEBÉ, OJOS, PERRO, PATO, PÁJARO, OSO, AGUA, TARTA, PELOTA, ZAPATO, COCHE, ESO, AQUÍ NO, PAM, NO, HOLA...
Los pequeños americanos dicen muchos más sustantivos que verbos y adjetivos, designan a un buen puñado de personajes populares tradicionales y dicen mucho más “hola” que los pequeños españoles.
Los bebés suecos experimentan especialmente la acción: caminar, saltar, bailar, balancearse, dibujar, poner gasolina, aplaudir... Además, designan muchos más objetos del hogar: reloj, lámpara, puerta, taburete...
Los bebés españoles hablan mucho sobre ropa y comida: los verbos que más utilizan tienen que ver con estados agradables (leer, beber, comer, dar, etc.).
Por último, los bebés japoneses utilizan mucho menos los sustantivos que las palabras para expresar relaciones: hola, gracias, por favor, darse las manos... Las onomatopeyas que expresan diferentes sensaciones auditivas e incluso visuales también están muy presentes en su vocabulario inicial: “glu-glu”, el ruido de un chorro de agua, “pum-pum”, el ruido de un martillo, “clap-clap”, el golpeteo,etc.
Los animales tienen la palabra
Si hay una constante universal en las primeras palabras que escuchan los bebés y que empiezan a pronunciar son sin duda los nombres de los animales. Gato, perro, pato, conejo, oso e incluso pingüino forman parte de las primeras palabras de muchos niños del mundo. Aunque el hombre es el único mamífero dotado de la capacidad de hablar, disfruta sin duda rodeando a sus pequeños de la reconfortante presencia de sus amiguitos mudos. Sin embargo, en el fondo no son tan mudos, pues no nos cansamos de darles voz para deleitar a nuestros hijos. Y luego son ellos quienes les prestan su tierna voz, cuando están solos en su habitación, para recrear grandes conversaciones imaginarias...“Érase una vez un tiempo en que los animales hablaban...”, dicen los cuentos. De algún modo, es como si los niños buscaran prestar su “don de la palabra” recién estrenado a todo lo que les rodea.
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