Los roles de género
Estamos decididos a romper con las ideas preconcebidas. Nada de darle a mi hijo de 1 año sólo coches y cajas de herramientas de juguete, no quiero que la habitación de mi hija sea una casa de muñecas gigante… Pero, al final, la realidad nos sorprende una vez más, cuando el niño agarra un bastón del suelo y lo mueve como si fuera una espada. ¿Pero de dónde saca estas ideas?
Escenas de la vida real. En la guardería, acaba de llegar un niño, tiene catorce o quince meses. Es dueño del mundo, lleva sus primeros vaqueros, nada puede detenerlo, acaba de descubrir el increíble placer de andar solo y se lanza al juego, con su juguete, un juguete que es sólo suyo, un camión, que después de pasar por tantas manos ahora ya no es más que una carrocería vieja lista para el desguace.
Los martillos, llaves inglesas y otras herramientas de juguete son sus armas. Atornilla, golpea, desmonta para volver a montar lo que luego desmontará otra vez, absorto en un intenso placer.
Paralelamente, el mismo ser humano, en versión femenina, ha llegado también a la guardería pero se dirige a otro rincón. Le llama la atención una construcción llamada el Arca de Noé, donde están guardados todos los animales. La niña descubre rápidamente cómo funciona la cosa. Coloca el león con la leona, el caballo con la yegua, etc. Luego, para rizar el rizo, deshace algunas de las parejas y las deja fuera del arca, mientras que a otras las deja entrar y las cuida. Hoy, ha elegido una especie de gata grande con rayas: una tigresa. La cuida, la acuesta en una camita, la mece, la tapa con una manta mientras le canta… Es la eterna separación de roles de género en los niños, que no debería sorprender a nadie.
Sin embargo, siempre llega ese momento extraño en que las cosas se invierten
Una vez reparado el famoso camión, el mecánico en miniatura, decide pasar el aspirador con entusiasmo. Algunas niñas hacen también sus pinitos en el mundo del motor… Este intercambio de papeles es interesante, porque permite a cada niño desarrollar sus competencias masculinas y femeninas. Actualmente, desarrollar las competencias del otro sexo ya no es objeto de mofa y se ha convertido en algo aceptado. Es evidente que "cuidar" puede ser un gesto masculino, en medicina, por ejemplo, y, por el otro lado, "realizar una construcción" puede ser también una acción que llevan a cabo normalmente las niñas.
Los niños crecen dentro de la sociedad en la que viven. Son un reflejo del círculo de adultos que los rodean, comenzando, lógicamente, por sus padres.
El papá-mamá
Padre y madre se combinan en la construcción de la personalidad del bebé, pero de una manera que, a lo mejor, se nos escapa. Según la psicoanalista austriaca Melanie Klein, pionera en el psicoanálisis infantil, los bebés comienzan su vida psíquica con una personalidad ambigua. Lógicamente, hay niñas y hay niños, pero no se construyen partiendo de la oposición. La diferenciación sexual no es más que un aspecto de los muchos que intervienen en su construcción biológica, psíquica y cultural. Un bebé no se encuentra solo delante del padre, representante exclusivo de lo masculino, o de la madre, representante de lo femenino, sino de una especie de papá-mamá combinado, una presencia afectiva que es, al mismo tiempo, masculina y femenina, constituida por sus dos progenitores y que el niño, en realidad, no es capaz de distinguir.
Cuando son un poco mayores, en particular a la edad del parvulario, los pequeños irán recopilando información de aquí y de allá sobre qué es una niña y qué es un niño. Su imaginación se nutre de todo lo que ven, y los modelos no les faltan, tanto del cine, como de los dibujos animados o los libros. Es ahí donde surgen las convenciones. Los osados caballeros que se enfrentan a los dragones son los niños, mientras las niñas son las bellas princesas que esperan a su príncipe encantado. Es difícil abstraerse de los roles de género en los niños, sobre todo porque nuestros hijos muestran a veces un conformismo desalentador.
¿Y los padres, qué prefieren?
Niña o niño, es lo que todos los padres del mundo tienen curiosidad por saber. En casi todas las culturas, siempre se ha preferido tener niños en vez de niñas por toda una serie de razones sociales y patrimoniales.
Sin embargo, en las sociedades occidentales modernas, las cosas han cambiado. Nos decantamos indistintamente por los niños o por las niñas, según nuestro propio bagaje familiar, nuestra posición dentro del grupo de hermanos o la relación con nuestros padres. Para algunos futuros padres, este dilema puede llegar a tener tanta importancia que necesitan saberlo de antemano y desvelar el misterio en la segunda ecografía. El dilema ya no social, sino personal. El sexo del hijo no incidirá en la vida económica de la familia, sino en el comportamiento de los unos con los otros. Por ejemplo, el padre de un niño y el padre de una niña descubren la paternidad de manera muy diferente. Aunque sus bebés tengan comportamientos similares, la inversión conceptual de los dos padres no es la misma. Lo mismo les ocurre a las madres. Empezamos a ver pequeños hombres y pequeñas mujeres en nuestros bebés mucho antes de que eso tenga el más mínimo significado para ellos. Los vestimos en consecuencia y la moda nos anima a ello.
Todos sucumbimos en uno u otro momento a nuestros propios prejuicios sobre lo femenino y lo masculino. La sociedad evoluciona, pero mientras haya caballeros y princesas, los niños pequeños blandirán espadas y las niñas llevarán vestidos largos y coronas.
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