¿Cómo le cuido?
Ya te habrás dado cuenta: cuando se trata de bebés, los consejos llueven. Entre aquellos que tienen un saber innato y aquellos que le temen a todo, estás más que servida... e incluso abrumada. Es probable que la imagen transmitida por una madre joven y su bebé sea tan fuerte y emocionante (para lo bueno y para lo malo) que provoca reacciones excesivas y, a menudo, contradictorias.
Ante un bebé y su madre, todo el mundo tiene un consejo que dar.
¿Llora? - ¡Los dientes, está claro! ¿No le gusta el delicioso puré de berenjena y zanahoria que le has introducido en cantidades mínimas? - Seguro que es alérgico. ¿Qué mujer no se ha encontrado nunca en la situación en la que una amiga va a visitarla a la maternidad y, tras observar durante ocho segundos y medio al maravilloso recién nacido, se pone a explicar con pelos y señales que su hijo no durmió seguido hasta los diez meses o que su hija no soportaba ciertas marcas de pañal?
Ni siquiera la lactancia materna se escapa a las recomendaciones
Resulta interesante subrayar que todos los grandes sistemas de pensamiento y todas las religiones han enunciado una ley sobre este tema. Hacen falta dos años de lactancia materna, afirma una sura del Corán (duración recomendada también por el Talmud). El mundo grecolatino apostaba más por un año y medio, mientras que en la India, durante el primer siglo antes de Cristo, se recomendaba un periodo de lactancia de un año. Hoy en día, las doctrinas siguen a buen ritmo y recomiendan incluso en cuanto a la frecuencia y la duración de las tomas, cosa que pone de los nervios a las madres. Como si, fuera cual fuera la duración recomendada, hiciera falta antes reglamentarla y enmarcarla, que un agente exterior, se entrometiera entre la pareja tan íntima formada por una madre y su hijo.
La pareja madre/hijo de un valor casi sagrado...
En nuestro mundo judeocristiano, la pareja madre/hijo, está especialmente cargada de emoción, ya que se sitúa en el centro de nuestro sistema cultural.
Pensemos en su imagen. Una mujer llevando a su pequeño en brazos, alimentándolo o simplemente mostrándolo a los demás es, en el fondo, un poco como la Virgen María y su hijo.
Es comprensible que esta carga simbólica tenga un precio tan alto: "de acuerdo" - dice la gente cuando se encuentra ante una imagen (tan bonita) - "tú tienes un valor sagrado, así que debes pagar el precio que ello conlleva: ¡nuestras opiniones sobre cómo cuidar a un bebé!"
La actitud de otra mujer puede ayudar
Cuidar de un bebé es un acto ancestral y universal que puede nutrirse con la experiencia de otras mujeres. Lo ideal, evidentemente, es que estas mujeres sean bienintencionadas y benevolentes y que no quieran volver a vivir a través de ti su experiencia como madre primeriza, algo casi siempre bastante angustioso.
Sin embargo, aunque no se alcance dicho ideal, puede que la actitud de otra mujer te ayude igualmente, y en ocasiones, sin que ella lo sepa. Simplemente porque tú te fijarás en un gesto (masajear la barriga de un bebé que, como suele pasar, tenga problemas de digestión), una palabra o una sonrisa.
Tú defines la madre que eres...
¡No dejes de observar pero mantén tu libertad! ¡Tú decides cómo cuidar a tu bebé!
Cogiendo todo lo positivo de aquí y de allá y aprovechando lo que el resto de gente pueda aportarte (¡y es que cuidar siempre sola de tu bebé sin ayuda de los demás es duro!), crearás tu propio estilo: tu manera de ser madre.
En resumen, no hagas demasiado caso a los consejos y dedícate al espionaje: elige, dosifica e interpreta a tu manera. No hay motivos para no aprovechar soluciones o habilidades que funcionan. Los "trucos" de otras madres (¡incluso los de tu madre o tu suegra!) pueden resultar útiles. Y recuerda que no estás obligada a explicar qué te has copiado de quién...
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