Tipos de juguetes
Los niños siempre han tenido juguetes: de bebés ya son capaces de transformar cualquier cosa en un juguete. Los adultos, por su parte, siempre han tendido a transmitirles objetos de su propio mundo, reinventados o adaptados, con el fin de protegerles e iniciarles, de hacerles partícipes de una cultura, una sociedad, un género...¡y si es posible de forma divertida!
¿Sonajero de oro, marfil o plástico?
Desde la pre-historia, los padres, cuando no los propios niños, inventan sus juguetes: piedras pulidas, conchas, huesecillos, estatuillas… Todavía no se han despejado los interrogantes que planean sobre muchos de los objetos hallados en los hábitats neolíticos: ¿los usaban los niños para jugar? ¿Eran también objetos mágicos, adivinatorios o de culto, utilizados en un ritual? Ya en los orígenes, se observa que un juguete no era simplemente un juguete, que tal vez estaba relacionado con la magia y desempeñaba un papel de primer orden en la transmisión cultural de adultos a niños.
Cuando el niño nace, se reúne a las hadas en torno a la cuna, se busca ante todo la protección, los objetos favorables, capaces de alejar cualquier amenaza. Este es el origen del primer juguete de bebé, el sonajero, denominado "crepitacula" en latín (de crepitere, hacer ruido): en forma de disco o animal, estaba compuesto de metal o arcilla, y contenía piedrecitas o semillas en su interior.
Su función primera, aparte de la de entretenerle, es la de proteger al bebé: su ruido aleja los malos espíritus y las enfermedades. Pero los sonajeros también cumplen una función en el mundo de los adultos, donde se utilizan como instrumentos de música ceremoniales. La frontera entre objeto de culto y juguete infantil está todavía poco definida en esta época.
En la Edad Media, el sonajero se fabrica en hueso, cuerno o incluso coral, a cuyo color rojo se atribuían virtudes protectoras. Está dotado de ciertas propiedades mágicas, de virtudes medicinales, y en ocasiones se usa junto con un colmillo de lobo que aleja, supuestamente, al diablo y favorece el crecimiento de los dientes. Más tarde en la línea del tiempo los padres que podían permitírselo regalaran sonajeros de oro, plata o marfil, decorados con perlas y ornados con cintas de seda… ¿Tal vez demasiado pesado, tanto lujo, para la muñeca de un bebé? Está por llegar la gran revolución de los juguetes en el siglo XX: a partir de los años 1930-1940, el plástico permitirá crear juguetes ligeros, flexibles, más o menos sólidos, manipulables, maleables, de cualquier tamaño y forma, y totalmente adaptados al uso de los pequeños.
¿Juguetes de bebé para construir e inventar o juguetes para imitar a los mayores?
Gracias a la máquina de inyección de plásticos adquirida en 1947, la familia Christiansen (familia de carpinteros que, en 1934, tuvo la genial idea de inventar el Lego) terminará inundando el mundo con 190.000 millones de miniladrillos de colores en los años 2000… En realidad, es a partir del s. XVIII cuando se empezó a prestar una mayor atención a la educación de los niños y se dotó al juego de virtudes pedagógicas. Así pues, fue la idea de aprender jugando la que originó los juegos de construcción. Los sencillos cubos de madera, a los que siguieron los Meccano, fueron los antecesores de los Legos.
Previamente, los juguetes que los niños tenían a su alcance se basaban más bien en la noción de imitación: los bebés de la era romana que empezaban a andar ya arrastraban modelos reducidos de carro, realizados en barro cocido o bronce, o bien se montaban (como los bebés de hoy en día) en sus vehículos de pedales, en carros de madera tirados por un animal, o por otros niños. Cuando se habla de imitación, se habla de función social y distinción de sexos. A partir de los 3-4 años, los niños pequeños tienden a imitar a los chicos mayores o a su papá, o sea, a reproducir actividades "masculinas", y a la inversa sucede con las niñas. Las muñecas de la antigüedad, realizadas en terracota, hueso, ébano o marfil y con miembros articulados, a menudo representaban a niñas o mujercitas. ¿Estaban destinadas, al igual que las cocinitas, exclusivamente a las niñas para que aprendieran su futuro rol en la sociedad? Así era en la Europa del siglo XVII, donde los niños jugaban a la guerra con soldaditos de estaño y luego de plomo. Robots, Spiderman y otros tecnohéroes contra Mi pequeño Pony o Barbies, las cosas no han cambiado tanto en nuestros días.
Las criaturas que protegen a los recién nacidos
Los latinos llamaban Genius al dios a quien se confía la tutela de cada persona en el momento de su nacimiento. En algunas civilizaciones, este genio puede ser un animal. Los indios de Mesoamérica, particularmente los Mixtecos de México, poseen una especie de doble que se corresponde con un animal, al que llaman "nagual" y que aparece en numerosos ritos relacionados con el nacimiento. En San Pedro Yosotato, cuentan los aldeanos que antaño se procedía a identificar al "nagual" del niño recién nacido mediante el examen de las huellas que los animales dejaban a su paso por la cal que se había esparcido alrededor de la casa o cerca de la puerta. En algunas aldeas, incluso se dejaba al bebé expuesto en el bosque. Se vertía arena alrededor de este y se le dejaba solo durante unas horas, a veces toda la noche, para que el animal acudiera a lamerle y brindarle su protección. Luego volvían a recoger al niño y a observar qué animal había dejado sus huellas: así decidían el nombre del recién nacido. A partir de entonces el niño dependía de su "nagual", al igual que su "nagual" dependía del niño. Si el "nagual" resultaba herido, por ejemplo, la persona enfermaba.
Reconvirtamos, destruyamos, inventemos (después ya ordenaremos…)
Afortunadamente, los niños poseen una gran capacidad de invención con sus juguetes. No cabe duda de que son nuestros hijos quienes dan vida y sentido a sus juguetes: en este caso, una muñeca de lo más corriente se convierte en pretexto para representar la destrucción y la muerte, una válvula de escape formidable para los niños.
De hecho, quizás ya te hayas percatado de la afición de tu hijito por la demolición, una forma como otra de destrucción. Qué placer enviar a paseo el edificio de Lego, volcar, tirar al suelo, descalabrar el camión de bomberos... Deshacer, desmontar resulta a menudo apasionante para los bebés en torno a los 18 meses o los dos años, antes de que ya estén en condiciones de lanzarse en serio a la construcción. En el espacio de un cuarto de hora, la habitación se ha convertido en una leonera, un espacio que parece devastado por un ciclón. Es evidente que tus pequeños no han dado a sus juguetes el uso que se suponía: incluso tienes la ligera sensación de que la habitación ha quedado como si hubiera sido saqueada…
Los niños pequeños se ven constantemente obligados a acometer un sinfín de prohibiciones y límites. El juego les ofrece un espacio de liberación absolutamente imprescindible. El psiquiatra infantil Winnicott hace la distinción entre el juego organizado, educativo o de sociedad, y el juego libre: en el primer caso lo que interesa es que los adultos interactuemos con el niño, en los momentos en que está concentrado y con ganas de aprender. Por el contrario, en el juego libre, es el niño quien crea un mundo imaginario en el cual nosotros no tenemos cabida. Está afirmando su existencia plena y libre, "su forma personal de vivir".
Para Winnicott, cuando un niño disfruta jugando, solo o en compañía de otros niños, es un indicio certero de que el niño está bien, aunque existan otras manifestaciones preocupantes para los padres: pipí en la cama, tartamudeo, falta de apetito o accesos de melancolía…
El juego es una experiencia vital, del orden de "aquello que hace que la vida valga la pena". Así que, incluso si son cinco o seis las veces a la semana nuestros queridos pequeños ponen la habitación patas arriba, hay que dejarles que experimenten, y así poder ver lo felices que son. ¡Tiempo habrá para que aprendan a ordenar!
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