Sus miedos
Mucho antes de ser un niño que juega con sus miedos y fabrica monstruos, el pequeño bebé experimenta todo un surtido de miedos precoces, a veces desconcertantes, que van cambiando a lo largo de su evolución. ¡No hay que asustarse!
Nanas que dan miedo
Podríamos pensar, con razón, que las canciones de cuna están pensadas para calmar a los bebés en el momento de ir a dormir. Pero si las analizamos con detenimiento, observamos, en algunas, ciertas ambivalencias inquietantes.
Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá
Es una nana que se canta a menudo. ¡Extraña manera de tranquilizar a un niño diciéndole que, si no hace lo que le dices, vendrá un ser malo y se lo comerá!¡ Sobre todo cuando este tipo de miedos de bebés son los que aparecen de manera más precoz en los niños. Y esto no es más que el principio. Protagonizan los cuentos infantiles lobos feroces, ogros, brujas y hasta el hombre del saco, siempre a punto para hincarle el diente a los pequeños. A pesar de todo, a los niños les encantan estos cuentos. Y, de hecho, cuanto más terrible es el lobo, más les cautiva la lectura.
Los pequeños son aficionados a las historias de miedo. Los adultos, que no somos más que niños grandes, siempre hemos fabulado historias de miedo, poniendo en escena aquellos temores que, precisamente, tenemos la misión de mantener alejados de la cuna. Desde el amanecer de los tiempos, los cuentos han ayudado a los niños a crecer, dando una imagen y poniendo un nombre a las angustias no formuladas, permitiéndoles identificarse con personajes heroicos, a menudo pequeños y débiles (como Pulgarcito), que triunfan ante todas las adversidades.
¿Qué fue primero: el huevo o el miedo?
Se ha demostrado que los polluelos, antes incluso de romper el cascarón, se tensan cuando perciben una señal de alarma lanzada por el gallo. Aún es más extraordinario el caso de los huevos de rana, que eclosionan antes de tiempo cuando se acerca una serpiente dispuesta a darse un festín. Los pequeños renacuajos, recién llegados al mundo, emprenden la huída en el agua. ¡Uf, salvados por esta vez!
Pero, si bien los renacuajos pueden escapar y los polluelos, apenas nacidos, pueden salir por patas cuando el gato entra en el corral, los bebés humanos con miedo no tienen tanta suerte. Como son totalmente inmaduros, no les queda más remedio que llorar, razón por la cual, seguramente, están tan bien dotados para ello.
Freud, pionero en este campo, describió el desamparo del recién nacido, caracterizado por su impotencia frente al mundo que le rodea y su dependencia total. Para responder a las angustias primitivas del niño. Winnicott, el psicoanalista inglés, desarrolló más tarde el concepto de "holding" o "sustento". El término abarca todo lo que sostiene la existencia del bebé y lo reconforta, es decir, el hecho de ser "mantenido caliente, transportado, bañado, acunado y llamado por su nombre". El bebé se mueve entre sentimientos paradójicos.
Por un lado, es el centro de nuestra atención, el objeto de nuestro amor y de nuestros cuidados constantes, algo que le transmite un sentimiento muy reconfortante de ser todopoderoso. Por otro lado, cuando se queda solo, no sabe si volveremos. Está permanentemente bajo la amenaza de ser abandonado, de perder a su mamá, con la que creía formar una sola y única persona. Es la angustia de la separación lo que puede hacer que dejar al niño solo en la cuna se convierta en un auténtico drama a partir de los 5 u 8 meses.
Tus amigos le asustan
Tu bebé llora aterrado cuando tu amigo Juan se inclina amablemente sobre su cuna, y eso te confunde. No te inquietes. La explicación es bien sencilla. Es el miedo a lo extraño, que aparece generalmente entre los 6 y 8 meses, y que es absolutamente universal. Que a Juan, que mide casi 2 metros y se parece a Barba Roja, le digas o no que este miedo aumenta si el extraño en cuestión es grande, masculino y barbudo, eso ya es cosa tuya. En todo caso, esta es la tesis que defiende el psicólogo Daniel Freedman, que observó que "los extraños que se mueven" son la principal causa de temor de los niños entre los 6 meses y un año. Sin embargo, no se sabe la causa de estos miedos en bebés. La antropóloga estadounidense Sarah Blaffer Hrdy propone que podría ser una reliquia de un miedo ancestral, surgido en tiempos oscuros de la evolución de los homínidos en que el infanticidio podía ser una amenaza permanente que acechaba a los pequeños. ¡Qué horror!
Lo más curioso es que los bebés se asusten aunque el extraño en cuestión tenga una apariencia inofensiva y, en cambio, no se asusten frente a un gato o a una serpiente, que son depredadores potenciales. Estos animales no le asustarán hasta que el comportamiento de los adultos se lo transmita, es decir, cuando el niño vea que nosotros reaccionamos con miedo. Ahora ya sabes cómo se transmiten las fobias a las ratas, las arañas y otros bichos.
A los bebés, lo que más les gusta es la rutina
Según la pediatra y psicoanalista francesa Françoise Dolto, el bebé necesita una "uniformidad del ser", es decir, que le encanta la repetición, la rutina, las cosas que le resultan familiares. A medida que se hace mayor y desarrolla su percepción del mundo que le rodea, empieza a inquietarle la novedad. Por eso, puede provocar un torrente de lágrimas un simple cambio de peinado por tu parte o la primera vez que ve a papá con el casco de la moto, porque le aterroriza. Es el cambio lo que le da miedo. Cuanto más descubre el mundo, más cosas le asustan. Pero no te preocupes de que tu bebé tenga miedo, de estas reacciones de temor, a menudo imprevisibles. En el fondo, son el indicio de que su atención aumenta y su capacidad de percepción del entorno se agudiza.
El miedo a la pérdida del otro, que de momento eres tú, su madre, lleva al miedo a hacerse mayor, porque implica emanciparse, dejar finalmente las faldas de mamá. Todos los niños tienen miedo a perder el amor de sus padres. Cuanto más seguro se sienta el niño, menor será este temor a la pérdida. Y, cuando tenga cinco años, ya le puedes contar esos cuentos terribles sobre niños abandonados en medio del bosque por sus padres, que seguro que se reirá.
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