La "pulcritud"
Aunque cada cultura lo hace de manera distinta, una cosa es cierta: la civilización occidental es la única en conceder tanta importancia a la pulcritud, por no decir las cosas por su nombre, y los anglosajones, más pragmáticos, "toilet training" (aprendizaje del uso del váter). ¿Sabes que por el mundo hay padres que se preguntan con perplejidad cómo podemos tener tantos reparos ante un proceso tan natural? Veamos cuál es el uso de los pañales en otras culturas.
Antes de que suceda…
Ya desde los inicios de la vida del niño las prácticas son distintas. Pero, ¿usan pañales en otras culturas? En Japón, según la tradición, el bebé lleva pañales hasta los 4 meses aproximadamente. Luego, la madre adopta la costumbre de adelantarse a las necesidades del niño y le pone, sosteniéndole, en el sitio apropiado, mientras le silba ligeramente, de manera que este estímulo auditivo se convierta en una señal para el bebé.
En África, las madres se acostumbran por lo general a detectar las señales anunciadoras y deslizan a los bebés por debajo de sus piernas para que hagan sus necesidades en el suelo, sentados en los tobillos de la madre. Las madres se sienten avergonzadas, en caso de accidente –y las mujeres dogon llevan consigo unos collares de clavo de olor desodorantes… Las madres yanomani (Amazonia) en cambio, que transportan siempre sobre ellas a sus bebés hasta que tienen 4 años, se muestran indiferentes a los desechos de los pequeños sobre ellas –los retiran sin sentirse molestas por ello.
De los pañales de tela a los pañales desechables
A los bebés afganos, vendados por completo, les ponen un pequeño tubo de madera entre las piernas, de forma distinta según sea para las niñas o los niños, que les permite evacuar la orina a un cuenco situado debajo de la cuna.
En Occidente, durante mucho tiempo no nos preocupamos excesivamente por esta cuestión: se vendaba a los bebés casi por completo, y se consideraba que la orina tenía propiedades beneficiosas; en resumen, no se les cambiaba muy a menudo. Cuando se les sustituían las vendas por vestidos (hacia el año de edad), se les dejaba con las nalgas desnudas, lo que resultaba fácil puesto que tanto niños como niñas llevaban vestido. En el campo, el suelo de las casas era de tierra batida, se barrían los "accidentes" de los pequeños y luego se espolvoreaba con un poco de cenizas calientes.
Los primeros pañales, muy a comienzos del siglo XIX, consistían en un trozo de franela de lino recubierto de un lienzo con el que se envolvía al niño, todo ello fijado por un alfiler (¡ay!), hasta 1880, cuando se inventó la valiosa aguja imperdible. Pero claro, todo eso había que lavarlo, así que a partir de los años 30, se estableció un sistema industrial de recogida y lavado de pañales. Serán los norteamericanos quienes revolucionen el asunto experimentando, a partir de los años 50, con la introducción de una capa de celulosa recubierta de una capa de plástico. Habrá muchas pruebas y fracasos hasta obtener, en 1961, un resultado satisfactorio. Y con ello generaciones de bebés con el culito protegido, y generaciones de madres a las que se les ha hecho la vida más fácil…
Años de entrenamiento
¡Ay, el último verano antes de entrar en el parvulario! Las carreras para llegar al orinal, las negociaciones para que se quede sentado en el orinal, los "accidentes" y el sinfín de prendas para lavar tres veces al día, el desgaste nervioso de los padres, las insinuaciones de los abuelos…
¡Este es el panorama al que actualmente se ven sometidos muchos padres de niños entre dos años y medio y tres años! La edad en la que se quitan los pañales a nuestros hijos se ha ido retrasando a lo largo de los últimos decenios, pero el inicio de la escuela es la fecha tope, última e inamovible, el "deadline" de todos nuestros chiquitines, ¡de ahí el conocido ajetreo del último verano!
La cosa ha cambiado mucho. Desde los años 20 hasta los años 60, el "entrenamiento" hacia el control de esfínteres empezaba bien desde el nacimiento, bien entre los 3 y 4 meses. Consistía en disponer al lactante sobre "una bacinilla en la que se apoyaban las nalgas". Las madres se pasaban el día poniendo al bebé en el orinal, ¡un artefacto provisto de sujeciones para aquellos que todavía no se mantenían sentados! "Con un poco de paciencia y perseverancia, parece increíble lo fácil que resulta acostumbrar al pequeño a la pulcritud", decían los manuales. En los años 60, los pediatras cambian de tercio y conceden un año a la madre para que enseñe al niño a controlar sus necesidades: el aprendizaje debe producirse entre el año y los dos años. Por la noche se pondrá el despertador para llevar al niño dormido al baño. Sin duda se ha retrasado la edad, pero el concepto de entrenamiento sigue plenamente vigente, ya que las madres tienen que doblegarse a exigencias y normas ineludibles.
Precisamente es lo que ya no aceptan del todo los padres actuales, que tienden a dejar que las cosas sucedan por sí solas. La edad media de quitar los pañales, sobre todo en los niños, a los que se considera más tardíos, ha ido deslizándose hasta los tres años, para sorpresa de los abuelos (supercondicionados desde los tiempos en que ellos mismos criaron a sus hijos)... ¡y que en ocasiones intentan avergonzarnos por ello!
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