Cuando no quiere comer
Había una vez un alimento por el que todo el mundo se pirraba: la pasta. Tan fácil de preparar y con un éxito asegurado entre los chiquillos de cualquier edad. ¡Tanto les gusta que eres víctima de tu propio éxito!
¡Eres la reina de la pasta!
Es estupendo, hay noches en que el delirio de los niños por la pasta (nunca se cansan de comerla) te simplifica la vida increíblemente y has aprendido a adaptar, disfrazar y variar las presentaciones. De todos modos, tus platos de pasta son mejores que los de las demás.
Sí, pero como nada es tan fácil como parece, te preocupa una cosa: pasta y pasta a secas, un día de vez en cuando vale, el problema es que cada vez con más frecuencia rechaza lo demás, empieza a apartar con los deditos todas esas cosas escandalosas que hay mezcladas con la pasta: el calabacín, la zanahoria, las espinacas, los guisantes que tan de buena gana se comía hasta la semana pasada.
¡No-guta!": ¡y de pronto los niños se vuelven difíciles!
Has oído hablar de la : hacia los 2-3 años, muchos niños empiezan a rechazar cualquier tipo de alimentos, incluso aquellos que hasta entonces les gustaban, y se hacen cada vez más selectivos. Parece que la cosa se soluciona alrededor de los seis años y tu no sabes qué hacer cuando tu bebé no quiere comer...
Mientras tanto, el veredicto siempre es el mismo: "NO-GUTA". Por más que te exasperes por su falta de curiosidad ("¡¡¡Pero prueba, PRUÉBALO antes de decir que no te gusta!!!"), que supliques ante su cerrazón, que te desesperen sus miradas de desprecio frente al platito de verduras: no hay nada que hacer.
Curiosamente, de esta intransigencia siempre se salvan los mismos alimentos: la pasta, el arroz, la sémola, las patatas… De lo que se extrae una cosa clara: a los niños les chiflan los cereales y la fécula.
Es una buena noticia que sólo le guste la pasta
Los cereales y la fécula (leguminosas o tubérculos) son la base de la alimentación humana. Tanto el trigo como el arroz llevan cultivándose y consumiéndose desde la Edad Antigua. Hay países en los que todavía ocupa un lugar central en la dieta. Principalmente en toda Asia, donde la diversificación alimentaria empieza con el arroz. Resultan esenciales para nuestra alimentación porque nos aportan hidratos de carbono complejos, fuente de energía fácilmente utilizable por el organismo. Su sabor, con frecuencia dulce, gusta a todo el mundo. Hagamos cuentas:
- Féculas = energía + buen sabor.
- Verduras = poca energía + digestión menos fácil (sobre todo por la fibra) + sabores más diferentes...
¿Y todavía piensas que tu hijo no sabe lo que es bueno? Sí, ya, dirás, ¡pero no dicen que los niños tienen que comer verduras! Ciertamente, las verduras, al igual que las frutas, contienen muchas vitaminas y fibra, que no se encuentran en la fécula y los cereales solo. Por lo que ni hablar de ceder a las pretensiones de tu tozudo hijo de comer únicamente arroz o pasta.
Qué hacer cuando un bebé no quiere comer? El arte de decorar con ingenio los platos de pasta
Te sabes los trucos, y si no buscas nuevos cada día, haciendo malabarismos con las preferencias de tu querido gourmet:
- gratinado, que del arroz o los lacitos de pasta sutilmente mezclados con espinacas, brócoli o calabacín
- el puré de patatas ligeramente coloreado por la presencia de verduras (consideradas enemigas), un puré que, idílicamente, irá convirtiéndose cada vez más en de verduras y menos de patata
- el revoltijo de tallarines y judías verdes, tan bien revuelto que hasta el niño más mañoso desistiría de apartar (eso, siendo optimista, pues a la hora de comer, ¡a los niños les encanta buscar la aguja en un pajar!)
- las verduras divertidas: las alcachofas, y de forma general todo lo que pueda comerse con las manos.
Por cierto, ¿y tú comes verduras?
Porque si el niño es el único que tiene ante sí un plato de espinacas, es muy probable que proteste. Y, al contrario, si el niño ve a los padres comerlas sin dárselas a probar a él, puede ser que las exija de forma espontánea, ofendido por haber sido excluido del menú familiar.
Los niños son imprevisibles. Sus preferencias varían constantemente. Por eso no hay que renunciar a una verdura de las "no-guta"
El aporte de nutrientes se cubre con las ingestas de una semana
Recuerda que el equilibrio alimentario de un niño pequeño no se consigue con una comida, ni tan siquiera con todas las ingestas del día. Que cene varios días sólo a base de féculas no hará peligrar su equilibrio. Si no almuerza en casa, pregunta en la guardería o a su niñera: es probable que sólo use los "no-guta" en el ámbito familiar. No te lo tomes a mal: ¡es con los padres con quienes busca más afirmar su personalidad!
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